Mujeres indígenas de Puno y Ayacucho: hacia la participación plena y efectiva en sus comunidades.

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Síntesis del informe que recoge las voces, perspectivas y experiencias de las mujeres de Ayacucho y Puno que han accedido al reconocimiento como comuneras calificadas en sus comunidades campesinas, después de un proceso de trabajo y coordinaciones con la Asociación Servicios Educativos Rurales (SER), por la modificación de los estatutos comunales y el reconocimiento de sus prácticas entorno a la gobernanza territorial con de la defensa de sus territorios.

 

Mujeres de Ayacucho y Puno han sido reconocidas como “comuneras calificadas” tras la modificación de los estatutos comunales en sus comunidades campesinas, hecho que les da derecho a elegir y ser elegidas como autoridad en la comunidad, así como a participar en los espacios de toma de decisiones que afectan a sus territorios.

A través de un proceso de trabajo participativo con la Asociación SER, se ha logrado la modificación de 30 estatutos comunales, modificaciones que han reconocido a 632 mujeres quechuas campesinas de Ayacucho como comuneras calificadas en sus comunidades y un total de 303 mujeres aymaras campesinas en Puno, de las cuales 20 mujeres ejercen cargos en sus juntas directivas.

El reconocimiento de las mujeres como “comuneras calificadas” ha generado un impacto en la vida comunal en varios aspectos. Desde el punto de vista de la gobernanza territorial, el conocer, debatir y reflexionar colectivamente en base a los instrumentos de gestión y los estatutos comunales, es esencial para la garantía del acceso y ejercicio de derechos comunales y de gobernanza de la tierra de las mujeres indígenas campesinas.

Aunque es un proceso de largo camino, ya empieza a dar algunos resultados en torno a la defensa de sus territorios. En Ayacucho y Puno, existen casos de conflictos territoriales donde la participación de la mujer en espacios de decisión ha sido esencial para impedir el establecimiento de grandes empresas en sus territorios o lograr una mejor negociación.

El acceso a la participación en los espacios de toma de decisión comunal, ha sido y es una de las limitaciones más marcadas que tienen las mujeres indígenas en las comunidades campesinas del Perú. Según el IV Censo Nacional Agropecuario del 2012, menos del 4% de las comunidades campesinas están presididas por mujeres.

Proceso para la modificación de estatutos comunales

El proceso de modificación de los estatutos ha sido un espacio de retejido en la comunidad y de reconocimiento de la diversidad de intereses en los territorios. Las mujeres indígenas campesinas identifican este proceso como una conquista al acceso a un derecho negado o reducido para ciertos casos, que ha marcado la diferencia de acciones, representaciones y resguardo de territorios. “Se ha trabajado mucho, los varones no quisieron modificar, pero al entender la importancia, las mujeres exigimos para su modificación. Modificamos en una asamblea general”, afirma Francisca Sicha Nalvarte, vocal en Yanayacu en Ayacucho.

Así, el trabajo conjunto de mujeres y hombres a lo largo del proceso fue clave para entablar otros tipos de relaciones en las tomas de decisión en las comunidades, ya que se generan espacios seguros para el diálogo entre comuneros hombres, pero también entre comuneras y comuneros.

De otro lado, la sensibilización a autoridades comunales y locales fue esencial. “Una vez que nos han capacitado [en la asamblea de presidentes], allí nos han hecho reflexionar y con esa réplica llegamos a la comunidad y también los comuneros han decidido, y por esa razón hemos actualizado el estatuto”, afirma Silverio, presidente de la comunidad Kanaki Chiaruyo Vicuñiri, en Puno.

Se debe tener en cuenta que los estatutos comunales se mantienen en relación a la Ley General de Comunidades Campesinas, pero en el proceso de modificación se hicieron explícitas las palabras “comuneros varones y mujeres”, ya que cuando solo se encontraba la palabra “comunero”, se excluía a las mujeres. De este modo, en los procesos de modificación se debía sostener un lenguaje explícito, que fue reflexionado, debatido y construido de manera colectiva.

Comuneras calificadas

A pesar que son pequeños resultados en dimensión numérica, lograr ser reconocidas como comuneras calificadas tiene una potencialidad importante para las mujeres indígenas campesinas. “Si vemos a nivel nacional, son poquitas mujeres, puntitos que hemos tratado de acompañar y que van aumentado, para que hayan más mujeres con voz y voto en las comunidades”, afirma Celia Rivero, de SER.

La condición de comunera calificada reconoce el derecho a elegir y ser elegida como autoridad en la comunidad, así como también a cumplir con las responsabilidades que exige la vida política y social de la comunidad. Con ello, se ha incorporado el ejercicio de un derecho aun nuevo para las comuneras indígenas campesinas, la participación y representación de sí mismas y su familia en la vida política comunal.

Sin embargo, la modificación de estatutos no es suficiente: “Si bien es cierto que modificamos el estatuto para que las mujeres participemos en las asambleas comunales, e inicialmente los varones empezaron a respetar a las mujeres, en estos últimos meses no nos están tomando mucho en cuenta”, explica Adela Huayhua Palomino, de la comunidad Luyanta, en Ayacucho, lo cual da cuenta de que los cambios en las mentalidades es aún un camino largo por recorrer.

Mujeres y defensa del territorio

Tanto en Puno como en Ayacucho, existen diversos conflictos por los territorios entre empresas y la comunidades, en los que gracias a la participación de las mujeres, se han desencadenado procesos de enfrentamiento por la defensa de los territorios con resultados exitosos.

En Ayacucho, a fines del 2015, las comuneras de Luyanta se organizaron y presionaron a la empresa hidroeléctrica Consorcio Transmantaro para llegar a acuerdos y que pagara la indemnización por los daños ocasionados a las tierras haciendo valer su derecho de ser comuneras calificadas, negociación en la que inicialmente no habían sido tomadas en cuenta.

Otro caso relevante fue el ocurrido en Mañaso, Puno, donde abrirían un camino en los límites comunales que funcionaría como carretera pública, cuando siempre había sido un camino de herradura que permitía el acceso a las zonas de cultivo. Para este proceso, la gestión se realizó sin comunicación previa a la presidencia de Mañaso. Cuando se iban a empezar las obras autorizadas por un juez, las mujeres de Mañaso se organizaron para la defensa del territorio, logrando que el proyecto se detenga y hasta ahora no se abra el camino. “No pueden venir a invadir nuestro territorio, mucho menos un juez, no puede decidir por nosotros, porque nunca hubo consulta previa. Nosotras vamos a defender el territorio”, explica Maritza Flores Maron, comunera Mañaso.

Retos

A pesar de los avances, son necesarios más procesos de educación y fortalecimiento de capacidades no solo a las mujeres indígenas campesinas, sino también a los jóvenes.  Aniceta Fernández Nalvarte, de la comunidad Maucllacta, confía en las mejoras para las generaciones futuras: “Ya los jóvenes de hoy ya saben sus derechos, y saben también los derechos de las mujeres y seguro que si va ser importante y seguirán entendiendo cuán importante es la participación de la mujer”.

Por otra parte, el estatutos de comunera calificada, no sólo exige a las mujeres enfrentarse a espacios que pueden ser hostiles en las comunidades, sino también se convierte en una sobre carga de actividades, las cuales también desaniman su participación.  “No me ha traído ningún problema, sin embargo, si me quita mucho tiempo, en las actividades de la casa no cumplo, en mi decisión me apoya solo mi hijo, dándome fuerza, me dice que siga adelante, pero encuentro también de otras mujeres que me jalan para atrás, me dicen que solo las ociosas están de directivas eso me desanima”, afirma Prudenciana Gutiérrez Sáez, vocal de la comunidad de Maucallacta, en Ayacucho.

Otro punto relevante es el acompañamiento a las mujeres en los resguardos emocionales, ya que el miedo es una emoción recurrente en el momento de enfrentarse a la asamblea. “Teníamos miedo en las reuniones, nos tocaba opinar, teníamos miedo a hablar, ahora ya no tenemos miedo, antes los varones nomás hablaban, decidían, a veces capaz no expresábamos bien y se burlaban”, afirma Norma Ramos, comunera de Santa María, en Puno.

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