El coronavirus pisa los talones a los pueblos originarios

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Se confirman los primeros contagios entre indígenas de América Latina, pero faltan datos, medicinas y alimentos para atender a las poblaciones amenazadas

LUNA GÁMEZ

Se confirma uno de los mayores temores frente a la pandemia del nuevo coronavirus: su llegada al interior de los pueblos amerindios. Hasta el momento, las autoridades sanitarias de tres países de América Latina han confirmado 12 casos contagiados y cinco muertos en los pueblos originarios, dos de ellos residían en ciudades y otros tres en áreas rurales indígenas. Entre los fallecidos víctima de Covid-19 figura un adolescente yanomami de 15 años, además de un integrante de etnia mura, otra persona de la etnia kokama y un anciano de los tikuna.

Además, las autoridades sanitarias brasileñas anunciaron el 30 de marzo que los resultados de la autopsia de una mujer de la etnia borari, del interior del Estado de Pará, mostraron que el coronavirus fue la causa de su muerte. Esta revelación enciende las alertas ante un posible riesgo de contagio en el corazón de la Amazonia porque el velorio de la anciana, de 87 años, reunió a centenas de personas de varias comunidades y tuvo lugar sin ninguna medida preventiva. Uno de los asistentes ha dado positivo y está ahora internado con síntomas graves en la Unidad de Tratamientos Intensivos del Hospital de Santarém, la ciudad más próxima, donde solo hay 20 camas para internados.

Brasil es el país con mayor concentración de contagios confirmados entre poblaciones ancestrales: nueve casos testados y otros 24 sospechosos según los últimos datos (12 de abril) de la Secretaria de Salud Indígena (SESAI). El primer caso de covid-19 encontrado en Brasil fue el de una indígena kokama que trabaja como auxiliar de salud en el municipio amazónico de Santo Antonio do Içá y estuvo en contacto con un médico no indígena que atiende en la región y que también ha dado positivo. Seis indígenas de las etnias kokama y tikuna de la región Alto Solimões que estuvieron en contacto con alguno de estos dos profesionales de la salud han dado positivo -además de los dos fallecidos- y otra treintena están en observación.

Esta situación revela un riesgo triple para los pueblos amerindios: por un lado una posible vulnerabilidad física frente al contagio, por otro la exposición frente a la llegada de los médicos externos a sus aldeas y, en último lugar, el aislamiento de muchos de ellos que viven en áreas muy apartadas de los centros urbanos donde están los hospitales.

En la selva de Perú también un indígena dio positivo en el test de coronavirus. Se trata de un líder quechua que volvía de Holanda de denunciar la contaminación provocada por las actividades que la empresa Pluspetrol lleva a cabo en la Amazonia peruana, cerca de su comunidad. Y en Colombia se ubican los restantes casos confirmados de indígenas contagiados, en medio de un polémico recuento. Si bien las autoridades sanitarias colombianas confirman dos casos en el pueblo Los Pasto, fronterizo con Ecuador, la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) incluye también otros dos contagios en una comunidad de la etnia yukpa. A pesar de que la confirmación de casos de afectados crece lentamente hasta el momento, las organizaciones indigenistas sospechan que la incidencia de la pandemia dentro de los pueblos originarios puede estar subestimada.

Las enfermedades de la pobreza

“La vulnerabilidad de los pueblos indígenas frente a enfermedades como la Covid-19 no es el resultado de un factor biológico, sino de la desigualdad en las condiciones de vida de estas personas”, explica Simone Eloy Terena, asesora de política indigenista en la Cámara de los Diputados e indígena de la etnia Terena de Mato Grosso del Sur en Brasil. La diabetes es una de las enfermedades más comunes entre los pueblos originarios y afecta a más de la mitad de la población indígena del planeta con 35 años o más, así como también son comunes la tuberculosis, el paludismo, el VIH y la desnutrición, entre otras vulnerabilidades sanitarias enumeradas por el Departamento de Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas. “Estas agravantes hacen que seamos más vulnerables al coronavirus y nos preocupa cómo la pandemia pueda comportarse en nuestros pueblos”, declara esta líder indígena, formada en antropología y que anteriormente trabajaba con salud comunitaria en comunidades amazónicas.

En Brasil, la SESAI —que es un servicio de salud diferenciado para las poblaciones indígenas pero dependiente del sistema de salud público nacional— garantiza que los equipos médicos recorran las aldeas de estas minorías para prestar servicios de salud temporales con acceso a test rápidos de Covid-19. El objetivo es evitar que los indígenas tengan que desplazarse a las ciudades. No obstante, frente a las amenazas de la pandemia, el tiempo de permanencia de cada médico en una aldea aumentará pero la frecuencia de llegada de personal sanitario disminuirá, puesto que los profesionales deberán guardar dos semanas de cuarentena entre una visita y otra.

No obstante, en otros países como en la Guayana Francesa, los médicos que trabajan en ciertas comunidades no tienen ni siquiera acceso a teléfono satélite para informar de posibles casos con necesidad de hospitalización, según explica Claudette Labonté, indígena de la etnia palikur y representante de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA). Ya en Venezuela o Ecuador, los pueblos originarios no tienen una cobertura sanitaria garantizada, como denuncia José Gregorio Díaz Mirabal, coordinador general de la COICA y miembro del pueblo indígena Wakuenai Kurripako.

En este momento, la falta de test de coronavirus es uno de los elementos que más preocupa al personal sanitario a escala mundial. De acuerdo con el médico especializado en salud indígena, Douglas Rodrigues, la única estrategia ahora para proteger a los pueblos originarios sería hacer la prueba a todas las personas que están entrando en sus tierras. “El llamado a la cuarentena pilló a muchos de ellos trabajando en la ciudad o visitando a familiares, la recomendación es que guarden un mínimo de siete días de aislamiento antes de volver a entrar en sus comunidades, pero muchos de ellos no tienen casa en la ciudad”, declara este doctor que es miembro de Xingu, un grupo que actúa en la mayor tierra indígena delimitada en Brasil e investiga para la Universidad Federal de São Paulo. “Si el Estado no garantiza unas condiciones adecuadas de aislamiento para estas personas, no les quedará otra que arriesgarse y volver a sus aldeas”, explica Rodrigues.

Las aldeas indígenas se han blindado frente a la pandemia

El 8,5% de los habitantes de América Latina son pueblos originarios. Con los peores indicadores de salud, educación o empleo, las personas amerindias representan el 30% de la población en situación de extrema pobreza, de acuerdo con un informe publicado en febrero de este año por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). De entre ellos, “los más vulnerables son los que residen en áreas urbanas y podrán ser los más invisibilizados por los efectos tanto sanitarios como socioeconómicos del coronavirus”, explica Díaz desde la COICA.

Los indígenas que viven en aldeas rurales se han podido permitir aislarse en sus comunidades para intentar evitar la entrada del virus. La mayoría de estos pueblos han declarado su aislamiento total como forma de protección frente a la Covid-19. “Ante la ausencia de los malos gobiernos, exhortamos a todas, a todos y a todas, en México y en el mundo, a que tomen las medidas sanitarias necesarias que, con bases científicas, les permitan salir adelante y con vida de esta pandemia”, así lo exponía en un comunicado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, al decretar la alerta roja en sus pueblos, comunidades y barrios. A través de esa circular, el pueblo zapatista declaró el 17 de marzo cierre total de los llamados caracoles, poblaciones con organización comunitaria propia, mucho antes de que el presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, tomase medidas contundentes frente al coronavirus. López Obrador ha sido junto con su homólogo brasileño, Jair Bolsonaro, de los últimos mandatarios latinoamericanos en reaccionar frente a la llegada de la pandemia. No fue hasta el 31 de marzo que México decretó el estado de emergencia sanitaria nacional.

El aislamiento, aunque haya sido tomado de forma voluntaria por los pueblos para protegerse, implica un riesgo de desabastecimiento para muchas comunidades ya de por sí abandonadas por los poderes públicos. “Algunas aldeas indígenas de Ecuador están al límite, si esto se prolonga durante una semana más se quedarán sin alimentos”, explica Diaz desde la Coica que destaca que muchas localidades no tienen acceso a agua potable. Este líder del movimiento indígena latinoamericano solicita que los gobiernos otorguen un salvoconducto a las organizaciones indigenistas avaladas para que auxilien a las familias aisladas con suministros de comida, medicinas y agua potable respetando los protocolos sanitarios.

Hasta ahora, la única ayuda que han podido prestar son campañas de comunicación a distancia para la prevención del contagio en las lenguas indígenas de las poblaciones donde llega Internet. Además, la COICA exige planes integrales públicos en los que se incluyan medidas económicas para compensar a los indígenas que no puedan trabajar. “Las medidas de las ciudades no están llegando a las comunidades indígenas”, añade Díaz.

Artículo publicado originalmente en El País 

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